lunes, 2 de febrero de 2015

TRES VECES BERLÍN

"El mundo es un tríptico que se contiene en sí mismo: En lo que vemos, en lo que entendemos y en la poesía que contiene."

Una ciudad antes que calles edificios, parques, calles, museos, gente que mira por las ventanas etc., es un mapa mental que uno se hace de ella, en la medida en que se la camina.

De Berlín, vi muchas cosas. Primero, las que quería ver: La ciudad de la guerra y el muro. Hago parte de una generación a la que Berlín le llegó en textos y películas que hablaban de disparos, bombardeos, gente saltando muros, espías, soldados rusos robando relojes y amores turbios entre soldados negros y mujeres blancas. O sea, que la imagen era la de una ciudad donde siempre pasaba algo que producía miedo.

Comencé, entonces, a mirar a Berlín, desde la ventana del cuarto donde trabajaba, en Wielandstrasse. Allí tuve tres opciones.
Ver los niños jugando en la parte trasera de los edificios
Encuentro con los vecinos. (Zona de encuentro)
Ver gente cubierta que nunca mira hacia arriba


Ya, cuando comencé a salir a las calles para comprar el pan, los cigarrillos, el Welt Kompakt (periódico que, por pequeño, creí que leería más fácil), el vino, etc., la ciudad se me amplió en caras...  En esas caras redondas, largas, gordas, flacas, pálidas, cuadradas, triangulares, la ciudad se me fue armando en sus posibilidades de tejido social.

Cuando uno está en una ciudad que no domina, antes que conocer calles y direcciones, traducir avisos y saber preguntar cuánto vale algo, lo más importante es conocer caras. Las caras, diversas en tamaños, ojos, orejas, narices, bocas, miradas, frentes y pelos, son la primera impresión de la ciudad. En esas caras (que significan que hay otro) uno se reconoce o se excluye.

Ya luego, no fueron las caras las que me evidenciaron la ciudad que comenzaba a conocer, sino que empecé a salir del barrio. O sea, que Berlín (que al principio fue Friedenau y los vecinos) se amplió de manera geométrica, a través del sistema de S-Bahn y U-Bahn.

...un viajero que no persista en horarios fijos (como fue mi caso) puede darse un buen plato de ciudad, con sólo comprar una Tageskarte e irse, sin estación fija.

 ...los trenes proporcionan un material infinito, que produce condición humana en distintos estados

En mis caminatas, que fueron largas y bajo la lluvia y entre la nieve, conocí bastantes sitios dónde beberme un café, un chocolate, una cerveza.

 ...las fronteras de los países no comienzan en un sitio geográfico sino en la gente.

Entendí que Berlín cambia permanentemente.

Logré entender que el mejor refugio para un escritor no es una librería ni una biblioteca sino un pequeño café.

 También entendí, en el interior de los pisos, en las escaleras, a través de las ventanas, que Berlín es una gran novela y un paso necesario en el trabajo de un escritor.

Decía, en un aparte de esta charla, que Walter Benjamin definía a Berlín como una biblioteca atravesada por un río.

Bueno, el caso fue que comencé mis días en Berlín en la Wielandstrasse 18, 12159 Berlín (Friedenau), cerca de una estación de S-Bahn, viviendo en uno de esos pisos antiguos, cómodos y grandes que recibieron bombazos de los rusos. Y me gustó mucho porque sentí que realmente estaba en Alemania

 No íbamos a dejar un sitio que ya dominábamos, en el que ya nos conocían los vecinos (ya habíamos sido invitados a un par de fiestas) y donde teníamos todo a la mano: supermercados, panaderías, una librería, el banco, la biblioteca pública, una oficina de reparaciones caseras, un hombre que llenaba todos los días parte de la Hedwigstrasse con osos de peluche, el kiosco de revistas y periódicos, la tabaquería, restaurantes...

 En un mes de vivir allí, sin mi mujer, habíamos creado un pequeño mundo en el que nos movíamos sin problemas y salir de ahí sería regresar a la confusión y a la nada.

  • Frases tomadas de: file:///C:/Users/Jos%C3%A9%20Roberto%20Maya/Downloads/354-756-1-PB%20(1).pdf
  • ÁNJEL, José Guillermo. Tres veces Berlín. Medellín. 2006, pp. 557- 576.

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